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26 febrero 2011

! A las barricadas!


D. José Blanco, nuestro ministro de fomento, se ha despachado hoy con una cantidad de “perlas” impresionante como, por otra parte, es más que habitual en él. Una de sus arengas ha sido llamar “al combate” en Andalucía contra “las mentiras” que, según él, difunde el PP sobre las presuntas irregularidades económicas de la Junta de Andalucía.

Aunque me apetece mucho, no voy a escribir de las “presuntas irregularidades” porque me endemonio, me sube la tensión y me dan ganas de hacerme objetora fiscal como mínimo pero, digo yo, si este es un país libre y el Sr. Blanco llama “al combate”, ¿qué me impide a mí llamar “a las barricadas” contra ciertos miembros de nuestro Gobierno?.

Eso sí, yo quiero llamar “a las barricadas” sólo por un tema lingüistico, para reivindicar que, de una vez por todas, se dejen de inventar palabras, de pronunciar y escribir mal nuestro rico idioma, de tener faltas de ortografía en sus blogs y, en definitiva, para que tengan la decencia de representarnos dignamente y el que no sepa “torear” que se quede en su casa y no se ponga el traje de luces y entre al ruedo, sea del partido que sea.

Estoy harta, y como yo supongo que muchísima otra gente, de oír y leer “miembra”, “conyugüe”, “corruto”, “ación“, “otorgar el plazo de la duda”, “encuentros interplanetarios”, "me falta conocimiento, me falta un cuerpo como el de Claudia Schiffer. Pero qué le vamos a hacer. Es lo que hay" y un largo etcétera de barbaridades lingüísticas de boca de Aído, Blanco, Pajín y Chamosa por citar a algunos. Así que, sacando mi vena revolucionaria, llamo a “las barricadas” para exigirle a nuestros políticos un mínimo de educación y conocimientos y, si no los cumplen, pues sencillamente que no se presenten y se dediquen a lo que sepan hacer, que todos los trabajos son absolutamente dignos pero exigen preparación, porque lo que no es en absoluto lógico es que, aparte de destrozar el país, se inventen palabras cada dos por tres como hoy sin ir más lejos, que el Sr. Blanco ha inventado la palabra “anarcoide” y, no conforme con ello, la ha metido en el contexto de una frase que, a pesar de constar de sólo tres palabras, no tenía desperdicio alguno; concretamente ha dicho: “Unos personas anarcoides”.

Cuando lo he escuchado botaba de la silla, lo confieso, ¿desde cuando personas es masculino?, y que no me venga nadie diciéndome que era un “lapsus linguae” porque este señor es un puro lapsus cada vez que abre la boquita.

Así que, al más puro estilo anarcosindicalista y con mis disculpas a Wacław Święcicki, el autor del poema tantas veces cantado, ahí va mi versión de “a las barricadas”:

Negras tormentas agitan la lengua
lenguas incultas nos impiden leer
aunque nos espere la multa más fuerte
contra el enemigo nos llama el deber.

Un bien muy preciado es la claridad
hay que defenderla con fe y valor.
Alza la bandera revolucionaria,
que, del triunfo lingüístico, nos lleve en pos.

Alza la bandera revolucionaria,
que, del triunfo lingüístico, nos lleve en pos.
!En pie todo el mundo, a la batalla!
!Hay que derrocar a la incorrección!.

!A las barricacas!, !A las barricadas!
por el triunfo de la corrección
!A las barricacas!, !A las barricadas!
por el triunfo de la corrección.

24 febrero 2011

Llanto

Con el refugio que me ofrece el llanto
buscando en el opio de las lágrimas
ese consuelo que no tendré jamás
intento cubrir mi pena con un manto

para no ver la terrible realidad
borrar de mi memoria los recuerdos
arrancar de mi mente los deseos
que me harían hasta perder la dignidad

pero por más que intente disuadirle
mi corazón tiene su propia vida
yo no puedo siquiera controlarle

sólo escucha la llamada del amor
está muriéndose por tus "te quiero"
y mi llanto, más que llanto, ya es clamor.


P.D. No es autobiográfico, este soneto lo incluí en un relato corto que puse en el otro blog y me apetecía publicarlo solo. Y digo lo de que no es autobiográfico para que no se apene nadie que me quiera o me aprecie.

21 febrero 2011

Fuera de contexto


Hoy me apetece analizar lo que puede cambiar el sentido de una conversación si sacamos una frase de contexto o, simplemente, eliminamos algunas palabras, lo haré con un fragmento por todos conocido, escrito por Santa Teresa, el original es el siguiente:

"Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. El dolor era tan fuerte que me hacia lanzar gemidos, mas esta pena excesiva estaba tan sobrepasada por la dulzura que no deseaba que terminara. El alma no se contenta ahora con nada menos que con Dios. El dolor no es corporal sino espiritual, aunque el cuerpo tiene su parte en él. Es un intercambio amoroso tan dulce el que ahora tiene lugar entre el alma y Dios, que le pido a Dios en su bondad que haga experimentarlo a cualquiera que pueda pensar que miento... "

Y el texto modificado el siguiente:

"Veíale un dardo largo y, al fin del hierro, me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter y me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada. El dolor era tan fuerte que me hacia lanzar gemidos, mas esta pena excesiva estaba tan sobrepasada por la dulzura que no deseaba que terminara. Es un intercambio amoroso tan dulce el que ahora tiene lugar que le pido que haga experimentarlo a cualquiera que pueda pensar que miento... ".

Me he limitado simplemente a quitar algunas palabras y hemos pasado de un éxtasis religioso a un relato casi erótico porque, o yo soy muy mal pensada, o el texto modificado podría pasar por el relato de una señorita que tiene su primera relación sexual y le gusta ¿eh?, que no sólo dice que no desee que termine sino que le pide que se lo haga experimentar a quien no se lo crea (celosa no era, eso está claro). Y que conste que no soy más explícita por respeto.

15 febrero 2011

El niño de la pegatina roja


Hoy publica ABC la noticia de que un niño de 5 años, que asiste a un colegio de Sitges, ha cometido un gran delito, se ha permitido nada más y nada menos que hablar en castellano en el recreo.

Por tan tamaña atrocidad, el niño ha sido marcado en su expediente con una pegatina roja en forma de círculo y se ha enviado la queja por escrito a los padres. El pequeño, sin comprender qué había hecho, apareció en casa con el documento de las notas en cuestión y una pregunta: "¿Qué he hecho mal, mami?".

No dice la noticia lo que le respondió la madre pero yo, que reconozco que soy muy guerrillera, sé lo que hubiera hecho en su lugar. Para empezar hubiera pedido un traslado de expediente a otro colegio y sacado a mi hijo de ese nido de víboras, hubiera seguido por denunciar, tanto al colegio como al aprendiz de Orwell que vigilara durante el recreo las palabras de mi hijo, en todos los organismos procedentes y, para rematar la faena, le hubiera colocado la pegatina roja en la frente al "espía" de mi hijo y otra, de propina, al director del colegio que permite tamaña tropelía. Luego hubiera pagado la multa que correspondiera pero a mi hijo no me lo marca nadie por el hecho de ser español porque no me da la gana a mí.

La situación comienza a dar miedo, esto empieza a parecerse demasiado a la Alemania nazi, no le han marcado con una estrella de David pero, como no se le ponga coto a lo absurdo, todo se andará porque los pasos de la intolerancia y de la imbecilidad los estamos siguiendo al pie de la letra.

Lo primero que se me ocurre es si a los niños árabes que haya en ese mismo colegio se les vigila también y se les marca con pegatina roja por utilizar su lengua ¿o no hay "pelotas" para hacerlo no sea que se nos enfade alguien o no sea políticamente correcto?, me temo que no las hay.

Para terminar, recordar a Quevedo, porque su soneto lo dice todo:

"Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: ví que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte".

10 febrero 2011

¿Es mi religión el camino a la salvación? (1)


Los que tenemos ya algunos años nos acordamos del terrible suceso que ocurrió en la Guayana Francesa. Más de 900 miembros de la secta religiosa conocida como el Templo del Pueblo se suicidaron, dicen que voluntariamente mediante un refresco mezclado con cianuro.

Muchos fueron los que se preguntaron: ¿Qué clase de religión es esa que sacrifica la vida de sus propios miembros?”.


Pero, sin darnos cuenta, pasamos por alto otro hecho no menos aterrador y es que durante casi 6.000 años se ha derramado sangre inocente en el nombre de la religión. Analicemos algunas pruebas.

En el año 1914 estallo la primera guerra mundial y luego la segunda en 1939. Dos guerras mundiales y más de un centenar de conflictos menores han derramado verdaderos mares de sangre.

El patriotismo llegó a ser una de las causas de tantos conflictos y primo hermano del patriotismo es el nacionalismo, que ha llegado a ser una forma de religión mas. Todo esto debido al deterioro religioso y a los valores tradicionales, ¡Sí! la religión creó un vacío espiritual que el nacionalismo se ha encargado de llenar.


En la Alemania nazi, al comienzo de la segunda guerra mundial, más del 90% de sus ciudadanos se consideraban cristianos, aquellas personas deberían haber representado lo mejor de su religión, recordemos que en Alemania predomina el protestantismo luterano.

Es significativo que el católico Adolf Hitler encontró mucho apoyo entre los protestantes y tambien entre los católicos.

He encontrado unas palabras del historiador alemán Klaus Scholder el explica que, “por tradición, existía una estrecha vinculación del catolicismo alemán con Roma”. Y que esta vio en el nazismo un bastión contra el comunismo, el Vaticano no se retuvo de utilizar su influencia para fortalecer la mano de Hitler. “Cada vez más decisiones importantes pasaron a manos de la curia, dijo Scholder, y lo cierto es que la posición y el futuro del catolicismo en el Tercer Reich fue por fin decidido casi exclusivamente en Roma.”.

El papel que la cristiandad desempeñó en ambas guerras mundiales resultó en una grave pérdida de prestigio.

Por supuesto, las guerras por motivos religiosos no son nada nuevo. Pero, mientras que en el pasado eran naciones de diferentes religiones las que luchaban entre sí, en el siglo XX y también en este siglo XXI son naciones de la misma religión las que, con cada vez con más frecuencia, se envuelven en brutales conflictos. Está claro que el dios del nacionalismo ha podido manipular a los dioses de la religión.


Si durante la segunda guerra mundial, mientras católicos y protestantes de Gran Bretaña y Estados Unidos estaban matando a católicos y protestantes de Italia y Alemania y estos a su vez lo mismo, los budistas de Japón estaban haciendo igual con sus hermanos del sudeste asiático.

Puesto que la religión llamada “cristiana” tiene las vestiduras manchadas de sangre, no puede señalar a nadie con el dedo farisaicamente. Al defender, apoyar y a veces incluso elegir a gobiernos humanos imperfectos, tanto los que no son cristianos como los que sí profesan serlo, deben compartir la responsabilidad por la sangre que estos gobiernos han derramado.

Me viene a la mente las palabras del Apóstol Santiago, allí en su carta (Santiago 1:27) dijo:” La forma de adoración que es limpia e incontaminada desde el punto de vista de nuestro Dios y Padre es esta: cuidar de los huérfanos y de las viudas en su tribulación, y mantenerse sin mancha del mundo”.Por eso surge la pregunta:

¿Se mantiene mi iglesia sin mancha del mundo, sin contaminarse con su bajo nivel de moralidad, su política, su rivalidad egoísta, como el escritor Santiago describe?


Sobre esta pregunta debe de haber una segunda parte.

La mujer del César


Contaba Plutarco en sus "Vidas Paralelas" que Julio César repudió a su primera mujer, Pompeya, por el hecho de que Publio Clodio, un jovencito, estaba enamorado de ella y se introdujo en su casa disfrazado de mujer para participar en la fiesta de la Buena Diosa, dedicada sólo a las mujeres, e intentar seducirla.

Julio César, a pesar de estar seguro de que ella no había cometido ninguna infidelidad, la repudió con la frase: "La mujer del César no sólo tiene que ser honesta, también tiene que parecerlo" y se divorció de ella para, a continuación, casarse con Calpurnia que era 20 años más joven que él.

Publio Clodio, en contra de toda lógica, fue absuelto de sus acusaciones de profanación porque Julio César no aportó ninguna prueba en su contra durante el juicio al que fue sometido y ganó así un aliado político.

Hecha la referencia histórica del origen de la frase, me pregunto cuantas mujeres han sufrido en sus carnes lo de "la mujer del César" y no precisamente por parte de su César sino de cualquiera que, "investido" de no se qué derecho y olvidándose de su, normalmente, propia y miserable vida, se crea con la facultad de injuriarlas y calumniarlas.

Todo ello, claro, sin pararse a pensar que a la mujer del César también la ha parido una madre y que, al igual que los "investidos e investidas" tiene familia, una vida, con sus gozos y sus penas y tiene sentimientos. Sentimientos de amor, de amistad y de lo que le de la gana que para eso son suyos y, mientras no interfieran en la vida de los demás, los manifiesta y los vive como le viene en gana y son perfectamente respetables.

Pompeya obviamente ya no lo conoció pero, para aquellas que se hayan sentido en alguna ocasión "la mujer del César", les viene al pelo el siguiente poema de Rubén Darío" que a mí, personalmente, me encanta:

Puede una gota de lodo
sobre un diamante caer;
puede también de este modo
su fulgor oscurecer;
pero aunque el diamante todo
se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno
no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante
por más que lo manche el cieno.

06 febrero 2011

El Alemán


Cuando el alemán se instaló en nuestras vidas lo hizo sin avisar, sin darnos tiempo a cerrarle nuestra puerta. Un día, papá, te lavaste los dientes con champú y creías que tu baño estaba en un armario. Llegó ese día.

Tuvimos la confirmación oficial de su visita un 13 de junio, lo recuerdo perfectamente, San Antonio, ese día supimos que tomaba posesión de nuestras vidas, sobre todo de la tuya y que, por mucho que la Ciencia hubiera avanzado y retrasase o mitigase los efectos que causa su visita, no había vuelta atrás, iba a por tí, fuiste su "elegido".

El alemán fue un "invitado" permanente en nuestras vidas, uno que lo decidía todo y marcaba la pauta de las nuestras.

Quiso ganarte del todo la partida, papá, pero no pudo porque tú te fuiste antes de que te atara a una cama de por vida. Tú, afortunadamente, no pasaste por la última fase de su macabro plan.

Tú, que siempre fuiste mi sostén, mi consuelo, mi cómplice, mi confidente, todo lo que puede ser un padre y mucho más de pronto pasaste a ser mi hijo, me llamabas "mamá". Y yo, que primero te adoré como el padre maravilloso que siempre fuiste, luego te idolatré como hijo.

El alemán lo trastocó todo, ya nada era como antes, tuvimos que cambiar nuestras rutinas para adaptarnos a sus caprichos pero tratamos de establecer nuevas rutinas, de sacar un poco de partido de ellos.

Los viernes por la tarde era el día en que tú y yo íbamos de la mano a la pastelería a comprar todo lo que se te ocurría. Hacías como los niños, señalabas y decías "quiero esto" y de esto comprábamos y, luego, volvíamos a casa cargados, sabiendo que mamá nos reñiría por haber comprado tanto, porque tú ibas a engordar comiendo de todo eso pero yo le decía: "¿qué más da, mamá?, déjale que coma lo que quiera", todo da igual.

Con el tabaco igual, de pronto un día empezaste a fumar después de muchos años sin hacerlo, mamá escandalizada y ahora ¿sabes qué? ella se arrepiente de no haberte dado ese cigarrillo que tú pedías desde la cama del hospital, sólo estuviste 4 días, ahí entre Dios y tú le ganasteis la partida al alemán y Dios te llevó con él. Hubo de todo en esos 4 días, tú pidiendo el cigarrillo, la noche en que apretaste tanto mi mano que casi me la rompes, el día de tu santo, cuando le decías al compañero de habitación que le invitabas pero que la cerveza la ponía mi marido que para algo tenía tanta en su nave.

Cuando mamá te dijo que llevabas dinero en la cartera para invitarle dijiste que no, que esos eran para tí y para mí, para irnos los dos a tomar algo. Ahora son míos ¿sabes? esos 30 € los llevo conmigo desde entonces.

Tú no podías llevar dinero, porque lo perdías o lo escondías pero, como a ti te gustaba seguir llevando la cartera, siempre llevabas 30€, por si querías perderlos, por si los necesitabas. Recuerdo que, al principio, cuando aún salías solo, le dabas a Manolo 50 € por un cupón de la Once, pero él te llamaba y te devolvía el cambio, igual que cuando te lo llevabas sin pagar y sólo me lo decía cuando yo le preguntaba, buena gente Manolo, otro que te apreciaba.

Hubo cosas que el alemán no te pudo quitar, como tu coquetería, si es que se le puede llamar así a eso que tenéis los hombres. Te recuerdo sentado en casa muy arreglado, con la corbata bien puesta, leyendo el periódico o haciendo como que lo leías porque muchas veces estaba del revés.

Un verano te dio por los relojes, no sé cuantos te compré, todos los que quisiste y, cuando llegábamos a casa con uno nuevo, mamá nos reñía, simulaba estar enfadada y tú te reías como un niño travieso y se lo enseñabas. Te llegabas a poner hasta 3 juntos.

Hoy, papá, es uno de esos días en que necesito tu consuelo, te necesito más que nunca y maldigo al alemán que te arrebató la vida, el Sr. Alzheimer.

Seguiremos hablando, papá.

01 febrero 2011

Humilis versus Superbia











Las virtudes, mal entendidas o mal practicadas, pueden dar lugar a ser justamente lo contrario, tan frágil es, a veces, la línea que las separa.

"Humilis versus superbia", es decir "humildad contra soberbia" es un ejemplo claro de lo ligera y quebradiza que puede ser esa línea.

Kant defendía la humildad como virtud central en la vida, Nietzsche la denostaba argumentando que era una falsa virtud que escondía decepciones en su interior y Tao incluso la asociaba a la sabiduría, sosteniendo que una persona sabia nunca exhibía sus logros sino que, simplemente, los guardaba para no demostrar superioridad ante los demás.

Yo, humildemente, sostengo que es muy fácil ser soberbio queriendo ser humilde y lo demostraré poniéndome a mí misma como sujeto de estudio.

Cuando, en el párrafo anterior, he escrito "humildemente" estoy pecando de soberbia porque nadie que sea realmente humilde proclama su humildad, sino que se limita a practicarla.

La persona que es realmente humilde es la que no se cree mejor o más importante que los demás en ningún aspecto. Yo, desgraciadamente, no me lo puedo aplicar a mí misma porque, aunque lo intente, la mayoría de las veces no lo consigo y no sólo eso, sino que encima tengo las santas narices de proclamarlo y para muestra un botón: ¿cuantas veces he dicho sin rubor ninguno que los tontos me ponen nerviosa? y, encima, me justifico ante mí misma diciendo que soy sincera y digo lo que pienso.

A mí me gusta que me alimenten el ego, que me digan guapa, o qué bolso más bonito llevas o qué bien cocinas y un largo etc. ¿me puedo considerar soberbia por ello?, honradamente no lo sé, o quizás no quiera ni saberlo, pero lo que sí sé es que humilde no soy y, lo que es peor, tampoco me parece que quiera serlo.

Yo practico más la lealtad que la humildad, sería incapaz (o lo he sido hasta ahora) de proclamar que he ayudado a alguien a hacer un trabajo que luego ha presentado como suyo, eso me pasaba mucho cuando estudiaba pero, por ejemplo, era, soy y seré capaz de decirle a esa misma persona que mis sandalias son más bonitas que las suyas y me quedo tan fresca, sin inmutarme, convencida de llevar toda la razón del mundo y, para rematar, me digo a mí misma: ¿qué pasa nena, si sólo estás siendo sincera?.

En mí, para bien o para mal, en el combate entre "humilis versus superbia", gana superbia pero ¿qué ocurre si, además, le aplico a superbia su otro significado, es decir óptimo? ¿echaré mano de Nietzche y lo convertiré en una virtud propia de seres superiores?, de eso reflexionaré otro día.